Abandono de la superficie cultivada

SAVE FARMERS

El abandono de la superficie cultivada es un hecho, además la escala en que se está produciendo puede tener consecuencias nefastas en caso de que concurran circunstancias que afecten a los proveedores internacionales. Debemos reflexionar sobre el origen del desinterés en recuperar nuestras raíces agrícolas antes de destripar las causas directas. Estarás cuestionándote cuál es la magnitud del problema, déjame decirte que:

Cada año solo en la Comunidad Valenciana, el abandono de la superficie cultivada es superior a 4 mil campos de fútbol ¿por qué?

Comencemos con una de las causas que apuntan a la invisibilidad del problema: ¿Cómo se mide la riqueza de un país?.

La concepción económica clásica determina que «la riqueza de un país es igual al valor de los productos y servicios en términos monetarios» que somos capaces de generar a lo largo de un año. Esta formulación se ha planteado como la más adecuada para valorar y comparar las diversas economías. Ha permanecido grabada a fuego a lo largo de generaciones y el famoso «PIB» ya forma parte de nuestro saber cotidiano.

Sin embargo, realmente es así ¿somos más ricos porque nuestro PIB crece?.

Yo tengo serias dudas, entre otras razones porque dicha medida nos da una visión estática, una fotografía de un determindo momento.  La cuestión que nos interesa es vislumbrar las fuentes adivinar dónde se origina la riqueza.

Según la doctrina económica de los fisiócratas, solo la naturaleza es el origen de la plusvalía. Tiene su lógica, pensad que la industria o los servicios solo transforman y hacen uso de las materias primas.

Por tanto, rico es un país con capacidad para llenar holgadamente las neveras de sus ciudadanos; rico, es un país que proporciona a sus ciudadanos un acceso barato a las energías naturales.

Verdaderamente estos simpáticos fisiócratas, nos resultan fáciles de entender. De hecho, su verdad resulta la única cuando se trata de superar una situación de emergencia. Pero, ¿qué puede suceder pájaro de mal agüero? No lo sé, pero de suceder es mejor que sepas que el PIB no se puede dividir como los panes y los peces.

¿A que viene tanto rollo a sobre como medir la riqueza y qué tiene que ver con los fisiócratas?

El detonante de este entuerto es un allanamiento en el campo que trabajo por influjo genético. Lo de siempre, cada año igual, sin dolor en el alma, he dejado de sentirlo. Sentado sobre una piedra, comprendí la lógica, mi aislamiento: rodeado de tierras abandonadas en plena huerta valenciana: no les culpo. Los «abuelos» y sus  parcelas se han ido para no volver, la tierra ya no vale ni siquiera para especular.

Indagando sobre el abandono de la superficie cultivada en la comunidad valenciana, los diarios digitales indican que:

  • En 2005 el número de cultivos abandonados se estimaba en una superficie de 155.445 hectáreas.
  • Para el año 2010 la cifra se incrementó hasta alcanzar las 176.755.
  • Cinco años después en el 2015, suponen 192.315 las hectáreas de cultivo improductivas.

En conclusión, cada año se abandonan entre 4 y 5 mil hectáreas de tierras de cultivo productivas. Si un campo de fútbol tiene una superficie de aproximadamente una hectárea, puedes hacerte la idea de la magnitud de la tragedia, solo en la comunidad valenciana.

La culpa no es exclusivamente de los robos, aunque las explotaciones agrícolas valencianas sean de las más golpeadas por los ladrones, por falta de medios según la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC). La clave está en los precios que se pagan al agricultor. Los consumidores compramos la fruta y la verdura cada vez a un mayor precio, véase la inflación de estos productos. Llegamos en algunos a pagar incluso un precio 10 veces mayor al que recibe el agricultor. No creo que se haya estudiado con el debido rigor las prácticas monopolísticas en el sector agrario, a diferencia del sector del taxi que ha sido sometido a un linchamiento mediático, como hablamos en el artículo: El taxi contra Uber.

Si sumamos a esto el problema del cambio climático, con la mengua de aguas destinadas al uso agrícola, tenemos una bomba de relojería. Quizás podríamos iniciar una campaña, un «SAVE THE FARMER», por aquello de que concienciando en inglés tenga más tirada, no sé alguien más avispado sabrá sacarle jugo.

Sin más, me dispongo a reparar todos estos destrozos inútiles. Si me pidieran un impuesto revolucionario, éstos poco sutiles amigos de lo ajeno, por los fisiócratas os juro que se lo pagaría.

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